Según el texto Orígenes del Arte conceptual en Colombia. El arte conceptual tiene su auge en los años 90, con representantes como: Miguel Ángel Rojas, Bernardo Salcedo, María Fernanda Cardozo, María Teresa Hincapié, Roberto Sarmiento, Álvaro Barrios, Antonio Caro, entre otros. El arte conceptual en Colombia generó mucha controversia por el empleo de materiales y medios no convencionales, su difícil comercialización y su carácter efímero. En el arte conceptual más allá de la técnica utilizada está el manejo del concepto, tiene que ver con ideas y significados, se alimenta de acontecimientos sociales que obligan a los artistas a opinar, a denunciar hechos que los conmueven.
En las entrevistas realizadas a algunos artistas, en este texto, se puede ver todo el trabajo de experimentación y de investigación que realizaron cada uno de los artistas para concluir que la forma como ellos se quieren expresar es por medio del arte conceptual, en el que trabajan sobre una idea preconcebida, haciendo un estudio riguroso para poder llegar a la expresión de la idea, por medio de una instalación, collage, ensamble, etc.
Artistas conceptuales como Bernardo Salcedo, que sin ser artista plástico, aprovecha sus conocimientos de arquitectura para expresar plásticamente sus ideas; con un muy buen manejo de la perspectiva en donde ensambla cada cosa utilizando de manera impecable el espacio.
Otro artista destacado Miguel Ángel Rojas con su trabajo de fotografía intervenida, en donde él tuvo que investigar mucho sobre las técnicas del revelado para poder trabajar con estos materiales, dándole a las fotografías originales una valoración específica según la idea que el quería expresar.
Por otro lado El arte conceptual es muy proclive al autoengaño, en la medida, que puede llegar más a servir a un discurso, que a ser algo que nace auténticamente de su autor. Lo más curioso, es que el artista se encarga de elaborar todo un discurso grandilocuente, que al final, el observador no iniciado e inocentemente receptivo, no ve por ningún lado; puede haber todo un andamiaje teórico detrás de una obra, pero lo que realmente pesa es lo que el otro ve y no lo que el artista le dice que debe ver; en ese orden, la obra se enriquece del diálogo que puede establecer con el otro, y no debido a la correspondencia con un discurso, seguramente prefabricado.